(Una reflexión crítica sobre el libro de Federico Gallego Ripoll, Premio Villa del libro 2015, editado por la Fundación Jorge Guillén, Valladolid 2017)
Por Isabel Villalta Villalta
Son más los epígrafes que pueden encabezar el análisis de este libro admirable, merecedor de tan prestigioso premio: Dolor metafísico y humano de la erosión del tiempo y la posibilidad del regreso a la vida tras la muerte. Proceso de convergencias en la ontogénesis del ser propio y entre los demás seres humanos, hasta encontrar la acomodación del reposo definitivo. Poesía de la meditación sobre el conjunto orgánico biológico, grupal, social o cultural de la vida del hombre hasta su fusión cósmica… Observación minuciosa de la desintegración constante del ser y el conjunto de los hombres y la nueva reconstrucción incesante de la vida. Poemas, en fin, de luminoso ejercicio de concentración en la realidad (la verdad) del proceso oculto (en sombra) del desarrollo de la vida humana y su final integrador.
Quien dice sombra es un libro sereno, comprensivo, razonado; de extraordinaria madurez humana y profesional. Apasionante.
Con amalgama estética de todos los movimientos artísticos surgidos desde finales del siglo XIX (simbolismo, dadaísmo, surrealismo, impresionismo, experimentalismo) en la concepción y búsqueda de una poesía iluminante del ser (el individuo que escribe o que lee) y con un estilo personal lleno de espíritu y armonía, en el que brilla una voz honda, reflexiva y humana, el libro toma el título de un verso de Paul Celan, “Dice verdad quien dice sombra”, poeta de origen judío rumano considerado el más grande lírico en alemán de la segunda posguerra, cuya estética fue la del dolor. El dolor, y el amor, y la limpia realidad del sueño y la conciencia se hallan unidos en belleza, síntesis y originalidad de lírica actual en este libro de nuestro gran poeta manchego. En los 48 poemas que conforman la publicación, brota, fluye un exquisito pensamiento observador, culto, íntegro, vitalista y humilde y un inconsciente sereno y sensorial donde el autor, el poeta contemporáneo tocado de la gracia de la poesía mientras le canta veraz, se abandona en riqueza y pureza expresivas.
Federico Gallego Ripoll divide el libro en tres apartados: “Mal de aurora” (mal de mer), “Sobre papel quebrado” (Impresionismo en la creación poética) y “Nosotros soy” (estrechamiento de lazos metafísicos y humanos propios y con los demás hombres).
Travesía del vértigo de lo oculto
El primero, “Mal de aurora” (15 poemas), es la travesía vigilante y aclamadora del vértigo de lo oculto y lo misterioso, lo tangible o lo espiritual, lo lírico o lo pragmático en roces y turbulencias que, sosteniéndose, provocan poco a poco la erosión, el deterioro de lo que es, de lo que vive; es la carcoma que suena en el interior y va raspando nuestro interior (Vigilia, Heraldos). Es la fórmula (Suspición) para entregarse voluntariamente a la inconsciencia (de la evolución y la paulatina senescencia), la percepción de depredadores y el despojo de lo banal, aludiendo a los aspectos indolentes y dañinos iniciales de la Crisis actual (The last laugh) o de todas las crisis, el fluido por el que nos nutrimos individualmente y entre el conjunto de la sociedad o los seres humanos y nos mezcla y sostiene (Flujo), la angustia vital (Munch), la penitencia y el temor de que alguien nos pueda destrenzar impunemente (Contrition), la vulnerabilidad en los impactos dolorosos y el producto orgánico en descomposición en el que se convierte la vida (Humus), la transustanciación y el deseo de seguir en la (esperada) resurrección a una vida nueva y pura, en evocación de las palabras de Jesús frente a María Magdalena (Nolli me tangere: ´no me retengas`); la transición entre el olvido y el cambio (Viaje), el dejarse llevar por la inercia del naufragio (Titanic), el desconcierto y una honda reflexión sobre el desvalimiento que somos (Mudanza); la fugacidad en la libertad de la vida (Espronceda), la invitación retórica a no sentir pesadumbre frente al destino si hemos amado, cuidado, comprendido y se tiene esperanza en reencontrarse más allá de este presente (Confidencia) y -finalmente este apartado- el sincero temor, al que el Poeta le cede el paso (Las buenas maneras), y el reconocimiento de que nos estamos “hundiendo” lentamente en esa travesía o “Mal de aurora” de vida (terrenal) desde su pleno vigor.
El poder de la palabra precisa
El segundo, “Sobre papel quebrado” (otros 15 poemas), se dirige al quehacer poético y expresa, por íntima experiencia del Poeta como puerta al apartado, el poder arrollador de la palabra precisa y hermosa que llega sorpresiva, en alusión a la de la Poesía (Poética); la Poesía que va a ser frágil también sobre esa superficie quebradiza del ser inestable. Es, sí, el abandono en lo sensorial y la frágil frontera de los sentidos (Frágil), la vulnerabilidad del lenguaje en la intercomunicación con todo y entre todos (Lenguaje), la persistencia en el deseo de sobrevivir –en el oficio poético- y el combate que representa (Naumaquia); la rotundidad de la Poesía frente a otras artes como observadora precisa de lo que trémulo acontece –oportuna y extraordinaria defensa del arte así como del oficio propio- (Voyeur). Es la vigilancia feroz sonando desde lejos por las fuerzas de la naturaleza y el respeto del Poeta a las muertes (tan cercanas en la ciudad de Taormina, situada junto al volcán Etna, o librada cuando la cercana Mesina fue destruida por ellas), la ternura y la inocencia en la costa de una de las ciudades en el mundo con memorias no vulneradas como suceso real (1908) inquietante (Atlas). Lo imprevisible o el revés de lo que somos y el deseo de encontrarnos en el tren de la vida (Kubrick), la conexión y la trascendencia en la fugacidad, donde el Poeta se goza del reencuentro con semejantes (Pavesas); la destrucción y las palabras queriendo contener la vida y lo vivido, cuando, realmente, se percibe la nada y la muerte (Diagnóstico); es la Poesía, su música amorosa (Erato) y la percepción de la fragilidad y desintegración de los propios instrumentos de escritura-constancia de que latimos y hemos vivido (Ustedes son formidables). Es la congoja íntima de la Poesía por su falta de oxígeno que la haga vivir, ponerse en movimiento si se la encierra y la del propio Poeta por Ella, al percibir por eso su belleza arruinada (Poemas anaerobios). El hacer y deshacer “Penélope” en la espera del viajero “Ulises” o lectores (Tizas blancas), la disolución en sal si volvemos la vista cuando ya no somos los mismos tras de cada poema (Lot) y –para finalizar el segundo apartado- el reconocimiento, en una originalísima metáfora –como tantas en el libro- teñida de genial ironía, del intento de supervivencia en el oficio lírico cuando –solo- está la escarcha (Invierno) sobre el papel arrugado, “Sobre papel quebrado”.
El éxodo hacia la vida: Resurgimiento
Y el tercer y último apartado, “Nosotros soy” (18 poemas), es el inicio del camino a la despedida, al abandono cuando cae como una lluvia ácida (Víspera de fue) y se produce la fusión de los seres en la transición de la muerte. La reflexión invitadora a ser magnánimos cuando todo se queda en quienes nos suceden (Axioma). Es lo inesperado del adiós definitivo y la necesidad, entonces, de que haya quien, misericordioso, recoja nuestras cosas (Deshabitanza). El éxodo hacia la vida “real”, la muerte en los bosques y los mares –en evocación de la fiesta italiana- (Ferragosto) y los sonidos de acabamiento de la banda sonora de la vida (Soundtrack). Es una enumeración (precedida de la palabra clave “color”, en traslación pictórica) de imágenes rebosantes de piedad, místicas, que persiguen, que se transforman en luz (Misericordia) o el impresionista destello de un ángel de fuego final en referencia al ser que, supuestamente, con escepticismo, cabe, habita en la sangre que impulsa la vida (Fuego de ángel) y la incertidumbre y la resistencia mientras nos hacemos mineral, nuevos seres (Sed). Es el vitalismo existencial de un sujeto sensible, la experiencia misteriosa (tal vez sensual) de la atención al sublime proceso de avance, cual estrella, por el cosmos, en recreación poética del quietismo de Miguel de Molinos (título homónimo), es un imperativo-prohibitivo (nolli me tangere, de nuevo) en el deseo de que el ser se deje ir libre hacia lo que sabe ocurrirá, la disolución en el calor del sol (Ícaro); el concepto de que la tierra es cual ballena que nos engulle (Jonás), la integración de todos en la savia de la memoria y la posible reencarnación, en un resurgimiento inmaculado a la vida en las creencias orientales (Samsara) y una concepción nihilista del ser consciente, la bajada al infierno propio si se tiene miedo y la subida al paraíso en reencarnación vegetal (Dante). El poeta, como si indirectamente fuera el Ángel que conduce al paraíso en La Divina Comedia, en sus –constantes- referencias al poeta Celan (de quien, recordemos, toma el título del libro y quien, a la vez, le conduce a él mismo en la creación de su poemario, poeta que paseó mentalmente por los infiernos del nazismo con el filósofo Heidegger), le pide a su madre, quien naturalmente le precede, que se serene ante el tránsito obligado al otro lado de la vida, en una traslación creativa bellísima, alegre y admirable del autor residente en Palma a su presente contemporáneo y donde ella (la madre o el ser al que se guía) va perdiendo nitidez, tranquila, serenamente (Estrenamos domingo). Se estremece la consciencia de la pérdida, de la disolución en polvo en el vacío, el razonamiento del Poeta (o de la Poesía) de que el ser está acomodándose a su nuevo estado sin identidad cuando, ya, no se es Nada ni de Nadie (Tan dentro que lejano). Aún, en el cambio o inicio a la metamorfosis, permanece la conciencia de la desintegración en estado de levedad, de la disolución en huellas color violeta (una nueva imagen cromática, ahora, de la muerte), la percepción de la voracidad del vacío y el dolor del traspaso a otra dimensión (Estela). Se establece la reflexión de que la sustancia vaga en estado de libertad y la idea de que cuando, pasadas muchas vidas y libre de contaminación de su pasado remoto, podrá, quizás, volver a ser vida sobre la tierra (Rito). Finalmente los fragmentos, en sueño y esperanza de vida infinita del Poeta y de cualesquiera de los hombres, se acomodan siguiendo un fenómeno inexplicable de la naturaleza (Fractal); esto, en “Nosotros soy”, último apartado del libro, recreado admirablemente para finalizar en magistrales simulaciones por nuestro poeta Federico Gallego Ripoll.
Quien dice sombra, en fin, es un conjunto de poemas expresivos, descriptivos, metafóricos o simbólicos sublimes, penetrantes y penetrados de hondura lírica en el misterio de la vida y la muerte, concebidos entre sabiduría y emoción mística y científica; con hacer y sentir de Poeta en el pleno sentido de la palabra.
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