SÍNDROME DE DIFERENCIA Y UNIDAD 

                                                                                                                  © Isabel Villalta Villalta 

   Traspasó los umbrales de un colegio de seña concertada. Era el primer alumno de sus características que admitía este centro. Obligaba el derecho de una ley de equidad y de justicia, más libre que los pájaros y ejecutada con los avances de estudios y experiencias. Una ley instalada en la conciencia de quienes rigen la integración de personas de condiciones similares en una misma enseñanza, la relación entre niños y niñas de escasas diferencias naturales. 

    -Os presento a Ismael -les dijo la maestra al empezar la clase, teniendo al nuevo niño a su lado mientras los demás ya estaban sentados-. Es un alumno que va a aprender con vosotros y va a ser un buen amigo vuestro, como vosotros lo vais a ser de él. 

    La mañana había transcurrido diferente. La presencia de aquel nuevo compañero no produjo, en principio, ninguna extrañeza en los alumnos. Pero, aunque tenía en su rostro unos rasgos especiales y una sonrisa y mirada candorosas distintas, y un modo de expresarse y moverse diferentes, sin embargo, todos empezaron a notar sus enormes ganas de relacionarse con los demás y de contarles cosas, fantasías, ocurrencias que, sorprendentemente, en su inocencia, les hacían reflexionar: 

-¿A ti te gustan los animales? -preguntaba-. Yo tengo en mi casa una jaula grande con dos parejas de canarios y, cuando me acerco, cantan con más alegría-. Ismael buscaba la mirada de otro compañero: -Yo noto que su arrebato es porque soy yo quien siempre les echa de comer…-. 

   Ante su capacidad enorme para buscar la mirada de cada niño o niña de la clase, todos lo escuchaban con una mayor atención que lo hacían habitualmente con los demás compañeros. 

-Mi mamá dice -continuaba Ismael- que las aves, como todos los animales, confían en las personas que las cuidan y las tratan bien; pero también me dice que son seres libres y saben buscar la comida que necesitan. ¿Sabes? -continuaba el niño, mientras miraba a otra compañera-, yo distingo el canto de veinte pájaros diferentes. Mi abuelo me lleva los sábados al campo y me explica… 

   Cada alumno de la clase retenía con enorme claridad cuanto les decía este niño de expresión algo opaca e inquieta y una fácil sonrisa. -Mi papá dice - enlazaba con otro grupo Ismael- que todas las personas somos libres de hacer lo que nos guste, siempre que no le hagamos daño a nadie, y que debemos buscar amigos en todas partes, porque nunca se sabe dónde está el mejor espíritu; y que debemos aprender juntos. Por eso mi papá prefiere que yo vista a mi gusto y también me compra libros que enseñan por igual a todos los niños. Yo me sé Los tres mosqueteros, y El Patito feo… Todos estos cuentos, dice mi abuela, los han escrito personas sabias. Yo de mayor quiero ser escritor... 

    Los niños se quedaban estupefactos ante este nuevo compañero tan simpático y conversador en su extrañeza física. -Y mira -reanudaba, pasando ahora a otro grupo-, a mí me mola traer al colegio este chandal que me ha regalado mi padrino. Y también voy a venir otro día con una camiseta de flores que me hace sentir como si siempre fuera primavera… 

    Los alumnos de esta clase, esta mañana diferente, se sintieron importantes por tener un compañero que buscaba su amistad, que se acercaba a cada uno con naturalidad y, sin una intención cruel como ocurría alguna vez en otros casos, quería transmitirles deslumbramientos, preguntar y saber cosas, conocerlos y ser amigo suyo... 

   A Ismael sus compañeros lo empezaron a ver esta misma mañana como un excelente chaval que creaba compañerismo y contagiaba la ilusión que le rebosaba por sus ojos de agua, rasgados, por donde escapaba un manantial inmaculado. 

   Y sí, todos lo consideraban desde esa misma mañana un amigo, que no les gastaba bromas pesadas ni les decía nada hiriente que les pudiera hacer sentir mal, por ejemplo, cuando en el recreo jugaban al fútbol y no habían sido buenos porteros y alguno se lo recriminaba con burlas, o si suspendían un examen de matemáticas, causándoles una honda congoja y un rechazo a la escuela, ganas de no volver el día siguiente al colegio. 

    Sin embargo, Ismael era distinto, un niño noble y mable que, además, aunque en su cara tuviera a veces esa expresión turbia y fría o distraída, sabía mucho y ponía mucho interés en aprender más. 

    -Papá, ¿sabes?, hoy ha venido a nuestra clase un niño nuevo. Se llama Ismael y es un poco raro, tiene una forma de hablar nerviosa y su sonrisa y sus ojos son como los de los duendes buenos que hay en el libro de cuentos que leemos por la noche. Pero, ¿sabes?, es, como ellos, muy buen chico, siempre está hablando con todos nosotros, y es muy ingenioso, y nos ha dicho que sabe cantar como los pájaros, y que…-. El padre asentía con palabras atentas a la información de su hija, escuchaba a la niña ocupándose de la tierna impresión de novedad que la alumbraba. Caminaban de la mano hacia casa. El padre se sentía bien, tuvo la impresión de que el nuevo curso empezaba con buen pie para su hija; que la clase y todos los alumnos iban a tener suerte con esta innovación educativa, donde se valora la gravedad o la accesibilidad de casos personales al decidir una preferencia social inclusiva, la que busca un país avanzado y tiene en cuenta la humildad que la vida enseña. Porque nadie es perfecto y todos aprendemos de todos y crecemos con los estímulos de los demás. 

    Otra madre con su hijo, a la vez, se dirigía a su casa desde la salida del colegio -Es un chico muy bueno y divertido -le decía el pequeño-. Además, ¿sabes, mamá?, es muy inteligente. Abre el libro de Naturales y dice cosas muy bonitas de los animales y de las personas. Explica muy bien la reproducción y no sé qué de un cromosoma extra que pueden tener algunos bebés al nacer… ¿Tú sabes eso, mamá? Sonia, la tutora, nos ha dicho que el niño tiene síndrome de daun pero que todas las personas tenemos alguna peculiaridad por la que somos diferentes. ¡Es verdad! -exclamó- ¡Yo tengo el pelo rojo…! 

   -Síndrome de Down, se llama, le explicó la madre. Es un trastorno genético en la división de los cromosomas cuando empieza a gestarse un niño o una niña en el vientre de la madre. Pero vuestro nuevo compañero se va a sentir bien entre vosotros, y vosotros vais a tener la suerte de un amigo especial.

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