Biografía

Isabel Villalta. Una nota biográfica.

Nací en Membrilla (Ciudad Real) en un tiempo general de España todavía abatido por la guerra (la que hizo el último gran daño del que, aunque no lo creamos, sigue habiendo restos), pero al calor humilde de gavillas y vino de cepas familiares y de costales de trigo que aventaba mi padre, mientras a mi hermano y a mí nos contaba lo aprendido en la vida hasta entonces y en sus enciclopedias escolares, y nos enseñaba a amar la herencia del trabajo y la tierra y a hacerlos productivos “sin servir a nadie”, y con una madre que sabía hacernos soñar plegando borriquillos y molinillos de papel y recitándonos los versos que a su vez a ella le habían fascinado en su tiempo de escuela, mientras nos cosía la ropa con tejidos de vichí y hacía las mejores gachas blancas con arrope o azúcar.

Isabel con cinco años de edad

Crecí con esos estímulos que, quizás también, me hicieron más sensible a la belleza y precisión de la poesía y al deseo de aprender hasta donde me dieran la capacidad personal y las posibilidades que fue ofreciendo el progreso de España. Fundada con mi marido una familia propia, allá por 1976, mientras criábamos y educábamos a nuestros hijos me sumergí en los estudios universitarios para llegar a la raíz asombrosa de la lengua, en la filología de lo hispánico, y en el estudio de otro idioma de base también romance, el francés, mientras empezaba a desenvolverme en la escritura y leía con fruición libros, a la par que desarrollaba mis tareas domésticas o viajábamos juntos a conocer otros lugares.

Ahí he llegado, hoy, a través de averiguaciones etimológicas y de la literatura creada o recreada, sitios recorridos y un orden familiar y hogareño, donde unos de los mayores tesoros son mis dos hijos. Me siento ante todo comunicadora de la palabra, tranquila y de una producción limitada que se alterna o modula, considero, entre flases excelentes y trabajos que les cuesta más alcanzar ese punto sazonado, y se alternan con otros placeres u obligaciones de una vida variada y corriente. Pero siempre intentando llegar a la belleza y autenticidad que encierran la vida y las cosas.

En todo este tiempo, hasta este 2014 en que publico mi blog, como inmenso contraste he perdido a mis padres y están naciendo mis nietos. La vorágine de la vida o su placidez generosa me han bañado ya por completo. El dolor y la alegría, la inocencia y la ternura los saboreo ahora con total conocimiento de su sentido, de su acción y participación en mi existencia.

Ahora, en el otoño de este trayecto, me siento, como cualquiera al llegar a mi altura, un ser de mayor propiedad, de un sabor macerado, con una mirada más amplia y más honda. Escribo poesía o investigo y voy de la raíz a la rama del lenguaje, de la etimología rica de las palabras en raíces llenas de savia milenaria al intento de que su árbol grandioso florezca y dé frutos con mi trabajo responsable y hermoso en verso o en prosa. A veces me cuesta concentrarme en tantas ideas como siguen rondándome, pero al final con todo brotan creaciones de las que me encuentro más satisfecha, quizás más luminosas. De esta manera, también, aprecio más el esfuerzo o las capacidades de quienes se han hecho como yo creadores, de una manera más o menos extendida o intensa, tantos amigos o conocidos a los que aprecio, así como a quienes trabajan en cualquier parcela con seriedad y cariño.

Para concluir, decir que me gusta cada vez más disfrutar del sosiego o seguir descubriendo nuevos lugares, nuevas sensaciones pero de forma contenida, que no me desborden, y estar con las personas a las que quiero y me quieren, mi familia y los amigos estupendos. Ello, si se presenta, saboreando un vaso de vino tinto con gaseosa, hielo y limón y unas almendrillas que yo misma tuesto, y recorren hasta la raíz mi tronco completo.

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