UN RECUERDO DE CUBA
Me detuve en La Habana.
Todavía resuena
a las afueras
y así en su corazón
la convulsión del Maine en su farsante
dramático estallido
de las trampas que rigen el
mundo.
Todavía retumba frente al
Morro
el inicio de aquella
vorágine que enfrentó a
militares
al mandato de imperios,
el naciente en el norte
y el que allí tan del alma se
extinguía.
Que no hay nada que dure para
siempre.
Llegó aquella irrupción hecha
victoria
y aquel sangrante corte de esplendores
flotando en una danza de
rivales,
sucesiva la guerra vergonzosa,
a la conmocionada
Bahía de Santiago,
aterida, en su belleza, de
muerte;
exigida llegó
por órdenes estúpidas
procedentes desde aquí una
metrópoli
tan triste de arrogancias,
tan pobre de ignorancia.
No quedó nada, nada del
Imperio
donde el sol no moría
sino un resto flotando
de la gloriosa Escuadra,
un grandioso navío derrotado,
clamando silencioso la
atención
a los finales que el ruido no
entiende,
que llegan lujuriosos,
bochornosos;
un Desastre que perdura
flotando
con su muerte
por la costa adelante
de la Isla de Cuba.
Lloré ante su figura
cadavérica
y observo los horrores
(ruge de nuevo USA
con otra cara incierta)
que siguen conquistando nuevos
triunfos
o preconizan muerte de
grandezas.
Isabel
Villalta
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