Presentación Viaje al Conflicto - Biblioteca Pública Ciudad Real


Buenas tardes queridos amigos:

Para los que no conozcáis a la autora del libro que hoy presentamos, tengo que decir que Isabel Villalta es de Membrilla y poeta. Es, además, Licenciada en Filología Hispánica. Digo, además, porque cuando yo la conocí (en noviembre de 1994), premiados ambos en Membrilla, ya era poeta. Lo de filóloga vino después, aunque para este noble oficio de escribir renglones que suenen bien y sean reflejo de los sentimientos (lo que comúnmente se conoce como versos), pues “miel sobre hojuelas”, que se dice.

Isabel es un alma inquieta, de las muchas que hay en nuestros pueblos manchegos y creo que, a juzgar por los amigos que tengo, Membrilla tiene un saldo muy positivo. Isabel ha ejercido de formadora ocupacional y ha publicado varios poemarios: “Diálogos” (1999), “En torno a don Quijote” (2006), “Donde habita la inocencia” (2007), “Pleno de su luz” (2010), “A través del otoño” (2013, publicado por la editorial Vitrubio) y el actual “Viaje al conflicto”. Sus hijos literarios van creciendo con el paso del tiempo. Pero Isabel no se limita a escribir poesía (tiene por ello prestigiosos premios), sino que como filóloga que es ha escrito y publicado trabajos de investigación etimológica, entre los que destacamos: “El topónimo Membrilla y su gentilicio membrillato” (2005) y “El río Azuer desde el origen de su nombre” (2014).

El título del libro: “Viaje al conflicto” es, quizás, diáfano y oscuro a la vez. ¿Cómo puede ser eso? ¿De qué conflictos habla? ¿De los que tienen como consecuencia las guerras o de los conflictos internos del ser humano? Yo creo que se refiere a ambos. El libro se abre con una cita de aquel gran pacifista que fue Mahatma Gandhi (asesinado, precisamente, por un hindú por haber firmado la paz con los musulmanes que luego formaron el actual estado de Pakistán). La cita dice: “Lo que ganes con la violencia, una violencia mayor te lo quitará”, o lo que es igual que lo que se dice en multitud de libros de las diferentes religiones.

Decía anteriormente que el conflicto es externo, pero que se puede interpretar como una consecuencia de los conflictos internos del ser humano, pues Gandhi también dijo: “La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero”. Esto está en línea de lo que dice Isabel en su poema “Exhortación”: “Las guerras deben librarse/ -si en ellas hay empeño- de ojos para adentro”. Continúa este poema diciendo: “ (hay que exhalar) el aliento del dios/ bondadoso que siempre debe ir dentro”.

Las guerras han existido siempre, desde que el mundo es mundo. Por poner un ejemplo paradigmático, aunque no sea histórico, desde que Caín (uno que no estaba en paz consigo mismo) mató a Abel con la quijada de un asno, según se cuenta en el Génesis, esta primitiva herramienta bélica, que sale varias veces citada en este poemario, ha ido evolucionando hasta una sofisticación totalmente mortífera. En España no podemos estar muy orgullosos de esto, porque nuestro país es uno de los principales constructores de armamento. Los psicólogos y sociólogos llevan mucho tiempo reflexionando sobre si la violencia es inherente al ser humano y no se han puesto de acuerdo, pero a juzgar por los permanentes conflictos que asolan al planeta el “homo sapiens” ha evolucionado poco desde la prehistoria.

Es evidente que éste es un libro pacifista que está en contra de las guerras (¿quién puede no estarlo?), pero hacerlo desde un punto de vista poético eso ya es algo inusual e Isabel lo ha conseguido. La autora está imbuida de la filosofía de la no violencia, por naturaleza y porque está demostrado, a lo largo de la Historia, que el odio produce más odio y la violencia engendra más violencia. Además, no soluciona los problemas reales o subyacentes que hay en todo conflicto. Por otra parte, la violencia, muchas veces, es la expresión del miedo, del odio al diferente o de la pobreza, aunque, la mayoría de las veces, esa violencia no soluciona los problemas personales, políticos o sociales y, por contra, elimina la posibilidad de un entendimiento y hace más difícil la reconciliación.

Este libro, magníficamente prologado por el poeta manzanareño Federico Gallego Ripoll, además de ser un alegato contra la violencia intenta entender el trabajo de las diversas Misiones de Paz que hay en el mundo bajo el mandato de la O.N.U. Precisamente porque son misiones de paz las ensalza: “Ve, amigo, a decir que ese no es el modo/ el modo es una voz de paz en uno mismo/ de luz desde uno mismo” (del poema: “La paz desde uno mismo”) y las poetiza desde varios puntos de vista: la despedida, el dolor ante un compañero caído, la alegría que llevan a los pueblos en conflicto (sobre todo a los niños), el intento de pactos, etc. Aunque también hemos de decir que, muchas veces, esas misiones tienen grandes dificultades para cumplir su cometido: a la distancia, el idioma, la logística necesaria para mantener a hombres y máquinas, etc., se añade el hecho de la falta de medios materiales y humanos para la dimensión del conflicto, o bien, por las órdenes que han recibido y en otras ocasiones porque cierta parte de la población no entienden ni aceptan a soldados extranjeros, por lo cual la hostilidad es patente y, por eso, han de estar aislados en sus cuarteles fortificados.

“Viaje al conflicto” es un alegato sobre el dolor y desgaste de las guerras y así lo debemos entender. Es, a la vez, un amplio poema que transita diversos paisajes emocionales: la despedida (el primer poema) con un abrazo y el dolor suspendido en los perfiles del alma, según poetiza Isabel, la dificultad de la lejanía o la alegría de los niños (poema: “Tintineo de luz en tus bolsillos”).

Medita Isabel, a lo largo de este poemario, en las causas que llevan a los hombres a iniciar una guerra: su empeño en defender ventajas u honores sobre otros, la codicia por los bienes ajenos, la pretendida supremacía étnica de un país sobre otros, vestigios que aún arrastramos de cuando vivíamos en tribus, la errónea interpretación de las diferentes creencias religiosas: “Cuando llega la angustia/ irreparable del daño/ no hay patrias ni posibles religiones/ donde existan ni puedan honrarse” (Poema: “Sin banderas”) y también las banderas como símbolos. Hay un poema muy descriptivo en esto de las banderas, titulado “Trapos”, sus primeros cuatro versos dicen así: “Venid, asomaos/ guiñapos siguen siendo las banderas/ cuando se han empapado/ en sangre y estulticia”.

En el libro hay versos desgarradores: “Fin del fuego, por piedad, fin del fuego” (pág. 19); “Nada es legítimo/ si son ciertas las fieras/ y el terror de las presas” (pág. 26) o “La ruina ha superado finalmente al guerrero” (pág. 55). Otros poemas son más reflexivos, por ejemplo: “Y por qué pelearse si estamos al final/ indefensos, al final”. (Poema: “Al final es inútil”), también el titulado: “Indiferencia cósmica” o los que hacen referencia a las consecuencias del conflicto: Poemas: “Inocencia rota” (pág. 36), “Mujeres desahuciadas” (pág. 37) o “Desolación” (pág. 53). Este poema entronca con lo que, sabiamente, dice Federico Gallego Ripoll en el prólogo del libro: “El viajero que traspase este umbral (el de la lectura de este libro), ha de saber que no regresará indemne tras contemplar su propia desolación de campo de batalla y que todos los expolios, todos los destierros, todas las derrotas, se reflejan, de un modo u otro, en cada uno de nosotros y si el lector aprende a mirar la lejanía sabiendo que nunca hay tierra (o mar) bastante que nos separe del dolor de cualquier sociedad, de cualquier niño, el viaje al interior de este libro habrá merecido la pena”. Rubrico totalmente las palabras de este gran poeta.

Todos nos unimos a Isabel para mantener encendida la lámpara de la esperanza, según palabras del escritor Cosme Jiménez, en relación con el poema: “Última reflexión”, que dice: “Mas,/ si acaso no termina/ de aparecer el día,/ habrá que mantener/ encendida la lámpara”. Enhorabuena, Isabel por este nuevo hito literario en tu carrera.

Eugenio Arce Lérida.

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