La Solana, Casa de Cultura, sábado 7 de octubre de 2017.
Buenas noches. Mi cordial saludo a todos los asistentes y mi enhorabuena a mis compañeros también premiados, Esteban Torres y Mamen Hernández.
Muchísimas gracias al Grupo Literario “Pan de Trigo” de La Solana por este reconocimiento a mi poema enviado al Certamen. Poesía para la salvación. Es para mí un honor y una alegría. Gracias al jurado: Isabel, directora del Grupo y presidenta del Certamen, tantos años amiga, Ramona, que me resulta entrañable, Goyi y Maribel; a todas, por lo que saben.
Desde el año 2000, en que conseguí el primer símbolo en la primera etapa de este Certamen, he subido varias veces en La Solana a este escenario, al de la Casa de Don Diego o al del Auditorio Tomás Barrera y, podría decir: me siento como en casa. Pero no: un hormigueo me recorre siempre este rodalillo del cuerpo.
Llegar a este Primer Premio de la segunda etapa del recorrido del Grupo y el Certamen, después de diecisiete años y cuatro premios más, me da una sensación de madurez, manifestada, lo peor, en las caídas del óvalo.
Un poema en el que se fija un jurado y lo premia suele ser casi siempre un arrebato. En esa explosión, aunque lleves los cauces que sabes, puede haber un desborde que olvida alguna ortodoxia, que es, tal vez, solo Poesía. Isabel, que ha sido maestra de niños y como buena no se reprime, se ha encargado de poner el acento. Muchas gracias. Es que somos niños toda la vida.
Fíjense en el Grupo, “Pan de Trigo”, veintiocho años, tanto esfuerzo por amor a la cultura, al saber, a la lectura y la escritura... Tantos méritos. Merecen todos los apoyos.
Poesía para la salvación, se llama este poema. Es una alegoría de cómo lograrlo, de cómo nos salva la lectura tranquila de la buena poesía.
Va.
Isabel Villalta Villalta
Primer Premio XXVIII Certamen de Poesía “Pan de Trigo”. La Solana 2017
POESÍA PARA LA SALVACIÓN
Panorámica
Porque a veces el frío
o algún ascua rabiosa con sus penas
provocan escozor sobre mi carne frágil.
Porque están las tragedias y amarguras del odio
ahogando con sus lanzas y sus grebas
las torres y los mares de mis días.
Porque me llama y nutre
la llama contenida de la vida,
su milagro sereno e incesante,
la dicha de los hombres con antorcha,
un hogar interior, un deseo de lumbre.
Porque mi resistencia
le tiene miedo al odio y las miserias,
no quiero que la hermosa poesía me sature.
¡Canta, hombre –reclamo-, la hermosura!
¡Canta!, me dicen tiernos salvavidas.
Y me agarro en aquel oleaje de tormenta o de frío
a libros que me arrojan como balsas.
Libros, papeles, temblor. Toda Ella hermosa
lo mismo que barriles “sambernardo”.
Salvación
I
No quiero
que la hermosa poesía me sature,
sus ansias, su dolor… Su luz de una cereza solitaria
tantas veces olvidada en el árbol.
Quiero bebérmela a sorbos despacio,
un verso, otro verso, despacio
como para reanimar a un hombre
perdido en un naufragio.
No quiero
que por mi piel resbale sin labranza,
escapando sus signos exquisitos
de tanta claridad privilegiada,
la emoción inefable de grafías finísimas y sabias
que recalan los magnos litorales.
Un verso, otro verso. Despacio
y conquistar las marcas humanas que me nombren.
II
Y leía. Y recibía el texto
como una providente cantimplora.
Se derramaba el cielo detrás de la portada,
las páginas sonando regueros delicados,
profundos, contenidos.
Neruda y sus vaivenes de todos los sentidos,
Salinas despejando principio en los pronombres,
Rainer María Rilke ahogándose de espíritu,
Cernuda de deseo detrás de realidades,
Machado sobrio y denso…
Poesía como un pájaro de amor picoteando,
traspasando mi glotis de ardor y confianza,
mi pecho en un boquete abriendo savia.
Poesía en un temblor-misericordia
en sorbos de ternura para salvar a un náufrago.
¡Canta, por amor, hombre! ¡Continúa!,
se oía sobre todas las vertientes
de cólera y de calma. Despacio, por amor.
Sin prisa los renglones
de la piedad del mundo y la hermosura
que han de salvar a un hombre.
III
Calaba mi epidermis el dulce del oxígeno:
metáforas, imágenes, anáforas, elipsis,
una aliteración de ardientes consonantes o vocales…
Mariposas del alma por la lengua
con fondos de luciérnagas
nutriendo con dulzura las frágiles promesas.
Colmaban mis deseos y aparecían brillos
hexámetros gloriosos,
bellísimos romances, sonetos delicados…
Y veía, y miraba de nuevo en conmoción
el prodigio lentísimo y grandioso de la Tierra,
los ecos del trabajo alzando los milagros,
la luz en la mirada de los hombres,
el amor que los une y los amaba. Y amaba yo a los hombres.
Y veía, y miraba aún con mayor
dolor el mar y sus ahogados, la lucha que nos punza
por llegar a la tierra prometida
y lloraba, por los hombres lloraba
y por mí y por mis hijos y mis padres.
Despacio, la tomaba…
La poesía bellísima o terrible,
sus ansias, su dolor… Su misterio feliz
que palpita sobre el perfil de un hombre
para salvar al hombre.
Por auxilio y por ventura, despacio.
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