REENCUENTRO CON UNO
MISMO
Isabel Villalta Villalta
17 de marzo de 2020,
en retiro obligado por el coronavirus
¿Te
has dado cuenta? Si eres de las personas que están obligadas a mantenerse en
casa, como lo está siendo la mayoría de la población, intenta, cumpliendo las
normas de higiene y si no tienes síntomas, no preocuparte innecesariamente por
el asaltante invisible y virulento que pulula fuera; cada cual está poniéndole
veda con tu misma actitud. Si eres de las que no tienen niños, relájate y
escucha la paz que reina. El silencio es prodigioso, la tranquilidad de las
calles, la ausencia de celebraciones de cualquier acontecimiento…
¿Verdad
que percibes con mayor nitidez el canto de los pájaros, el sonido del viento,
el temblor de las ramas…?
Sin
duda están acudiendo a tu memoria recuerdos de la niñez y la juventud, cuando
todo era así de tranquilo, y han regresado a tu espíritu, de repente, en este
mes de marzo de reto extremo, imprevisible y unido por la vida, esos años tan
lejanos como un retorno del tiempo feliz que aún nos aguardaba, que nos amaba,
que quería volver a sentirnos... Goza de su presencia, regálale una sonrisa
desde tu ventana a punto de primavera, imagínate jugando al truco con tus
amigas o a la pídola con tus amigos; entra y busca quizás un cuaderno de los de
entonces, contempla tu caligrafía párvula, lee en aquel libro que te regaló tu
maestro o tu maestra, gira en la habitación obligada como lo que es: una
cápsula mágica que te ha llevado a encontrarte con tu pasado.
Tal
vez empieces a escribir una crónica o tal vez un cuento que comience puro, en
el que reflejes todas tus inauditas vivencias como lo está siendo hasta el
mayor extremo ésta. Será ese texto realmente auténtico, una narración realista
de la historia del mundo, un regalo impagable para los lectores futuros.
Si
eres de las personas que tienen niños, extrae tus capacidades de educador o
educadora, aguanta su hiperactividad acorralada con la entereza que también se
te ha fortalecido en la situación de emergencia, y nárrales directamente esa
historia, que te late dentro, de silencio o de bullicio, de serenos ecos o de
agitación desbocada, de días anchos llenos de luz y flores silvestres, paredes
de cal, eras llenas de actividad o calles invernales blancas de nieve, o de
oficinas y pabellones repletos de ansiedad de todo… y luego este parón y temor
mundiales y esta lucha por atajar y matar al colosal bandido que ha asaltado la
confianza y las ilusiones, el trabajo y su recompensa, la dicha de viajar o de
encontrarnos con los amigos, de sentir el perfume de las aulas y sus voces de
la inocencia, de leer o estudiar en la bibliotecas, de pasear… Escribe, porque
tienes muchísimo que contar sobre los altibajos de la vida y sus alegrías o sus
catástrofes.
Si,
como una tercera y final posibilidad, tienes ancianos a tu cargo, padre, madre,
escucha en esa transparencia acústica la sabiduría de sus palabras o cuida su
flojedad y sus olvidos en su ser que te dio la vida, el vaivén de su edad que
ha resistido muchos embates en el tiempo, su lucidez aún o su turbación
natural, y transmíteles, finalmente, si tuvieran miedo, esperanza con tu
fortaleza y dulzura en la realidad positiva de la situación, porque el hombre
es combativo, y en unidad con la fortaleza de las distintas instituciones que
gobiernan y amparan, hará que destruyamos este monstruo que venía a cortarnos a
todos la respiración, y porque su temor, seguro, el de tu padre, el de tu
madre, es ya por ti y por tus hijos.
Pero
tú eres fuerte y una persona informada y responsable y alentarás el ánimo de
tus hijos, de tus padres, de todos, con el ingenio de un corazón que se te ha
hecho más grande, más humano, más tierno y resistente en esta emergencia
ingente y dolorosa que ahora nos está tocando vivir al conjunto de la
humanidad, y así la superaremos.
Ahora,
sonríe frente a todos desde el profundo aprendizaje a que te está llevando el
desafío, desde el retorno imprevisto a aquel tiempo inmaculado, desde el
hallazgo o la activación de tus capacidades pedagógicas, psicológicas o
sanitarias, porque sabes que todos juntos lograremos vencer a este común
enemigo.
Y siéntate, ya, con un buen libro, tal vez de Pierre Loti, de Galdós, de Homero o de
Virgilio, y una sinfonía de Chopin, de Mahler o de Beethoven.
Un
abrazo.
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