CONFLICTO ENTRE FRONTERAS
El conflicto entre oriente y occidente se remonta a las primeras civilizaciones de la tierra. La península de Anatolia, actual Turquía en el Medio Oriente, era y sigue siendo una barrera de cruce de culturas donde poder fijar uno de esos encuentros. La frontera es siempre territorio de comparaciones, de conocimiento y de libertad y, al mismo tiempo, de envidias o de admiraciones. La tragedia que puede ocasionar el sentimiento de los celos y el deseo visceral puede ser, como estamos viendo en el ataque sinsentido de Rusia a Ucrania, una catástrofe de la humanidad. La tragedia de Esquilo Los persas ya retrata esta situación real el año 472 a C. No es nuevo en el espectro bélico de la historia este choque actual de Rusia desde el régimen dictatorial de Putin con la avanzada y democrática Europa, provocado por su personal envidia y ansias de imponerse como mayor potencia mundial. Sin embargo, no son esos los modos, no los que rigen su pueblo de manera autocrática ni el anacronismo de su fuerza bruta y destructiva fuera de sus fronteras. Los griegos implantaron la democracia aún antes de aquellas fechas en que escribe Esquilo, la ateniense en el VI a C y, herederos de esa civilización, este régimen político y social ha venido desarrollándose en el resto de Europa desde aquellas polis independientes griegas, consolidado a gran unidad más de veinte siglos después, a su mayor refuerzo en la Unión Europea tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial. La historia narrada por el primer autor griego de la tragedia en Los persas presenta al rey Jerges llegando derrotado a su país tras querer anexionarse Grecia. Las madres lloraban a sus hijos desaparecidos en la batalla naval de Salamina, las esposas a sus maridos, las hermanas a sus hermanos… En el conflicto que la Rusia actual ha abierto a las puertas de la Unión Europea en Ucrania está, no solo el lamento de las familias ucranianas que están perdiendo a sus seres queridos y viendo destruidas sus casas, sus campos, sus ciudades y siendo desplazadas a los refugios acogedores civilizados y desarrollados de los países de la Unión Europea, sino también el de esas mismas mujeres y muchísimos más ciudadanos rusos. Putin está causando un nuevo desastre humanitario en su propio país, el que ya no tendría que haberse producido de inicio si atendemos a estos dramas históricos, y aún menos si tenemos en cuenta las ventajas actuales de la democracia con sus libertades y su justicia social y la unidad de los pueblos. Si Esquilo y sus contemporáneos griegos pensaban que la victoria sobre los persas era el triunfo de la civilización sobre la barbarie, en el conflicto provocado por la Rusia actual de Putin, con innumerables bajas en su ejército, protestas de las mujeres por la pérdida de sus hombres o la de una gran mayoría de rusos que no están de acuerdo con la descerebrada decisión bélica de su líder, así como las sanciones que le está imponiendo la comunidad internacional como desgaste al país, el más grande, sin embargo, de la tierra -en él caben 30 como España-, esa idea de ruina a escala humanitaria está cobrando, de nuevo, la realidad de la derrota de un nuevo Jerges. Un líder dictador que, en lugar de llevar a su país bienestar democrático, con deberes y derechos, donde su sociedad viva feliz y no tenga que emigrar, prefiere la barbarie de la guerra destruyendo por envidia y ambición a sus vecinos.
© Isabel Villalta
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