LA BELLEZA IMPERECEDERA DE UNA NOCHE IDEAL

 





Dar, recibir en noche de luna llena, a manos llenas. Esparcir palabras y música a la flama nocturna de agosto como si velos airosos de la mensajera Iris, y que queden vibrando para la eternidad.

Entregar y acoger cariño por el arte y cuanto transmite de belleza y hondura. Soplar sobre la mano colmada y con los ojos brillantes el don de la generosidad, del aprecio, la saludable amistad, la dicha de decir versos y hacer sonar acordes fundados en el silencio de la verdad.

Conceder y admitir en nuestros frágiles latidos fuerza de unión, regalos germinados en una concentración medular, todo lo que nos hace auténticos, criaturas inquietas que han llegado a la vida a crecer y expandirse por el aura del tiempo y sus misterios, de los planetas, la creación…

   


Fue una noche ideal envuelta en cálidas brisas. Todo estaba sereno y vaporoso tras dejar la atmósfera limpia, fresca y perfumada el último chubasco gentil y curativo de la tarde, que barrió todo temor y esparció bálsamos para deleites auríferos en el patio estival de la noche.

 


Cuánta hermosura en los saludos primeros.

 

Y la Mañana de Carnaval brasileira en la experiencia musical del maestro del teclado, el noble Ambrosio. Cuánta atención y gozo en los asistentes, en su temblor.



Dar, recibir, ser seres que alzan su copa y agradecen que el mundo tenga parcelas para el arrullo de la emoción, de la sabiduría que podamos haber venido heredando desde los clásicos, de la depositada en nuestra vida interior, tal vez herida, y ser ungüento, y protección.



Ser luz que nace en el cielo o en el ingenio. Entrecruzar motivos, sueños, antigüedad, sentimientos, saber, temblor… Estar atentos, alagados, agradecidos, hermosos, felices… O errar tal vez y no ser vistos en los despistes o ver los fallos o los aciertos… Intercambiarse imperfecta humanidad y corazón.




Llevar un canto a los perdedores en este mundo de anchas locuras que sacuden y destruyen mundos, eliminan vidas, hermanos, personas como nosotros con ambiciones y devociones o solo inocencia. Llorar, llorar mientras se concibe un homenaje y tal vez cuando alguien lo lee, y estar seguros de que estas “Noches Estivales” son necesarias por todo esto y por mucho más.

    


Escuchar la magia del saxo de Juan Antonio en su Love Story, acompañado del fiel teclado. Ma ra vi llo so.


Oír, afortunados, a hermosos poetas uno por uno igual de leales, dejar fluir su hacer de pozo en el escritorio para esta cita, en esta llamada todos estrella, ya sea en la butaca valedora de la cultura o frente a un atril a los que se invita.

                  

     Vasto, colmado Alfredo en ricas palabras.           Experimental, calado Antonio.

                

   Elegante e inquieta Eloísa por la Poesía.            Joaquín reflexión en la sustancia griega.

            

    Resti maestro-alumno de clarinete con su Nocturno, bello Nocturno para Chopin.

       

 Julia filosofía de vida en lira y verbo libre.         Juanjo bucle de amada tierra, íntima patria.

 

Nieves nuevas rimas fecundas por la pandemia.     Presen de serios versos para la vida.

 

       Teresa dolor por el daño a las mujeres.              Tomás hedónico, sensual, algo diablo.

 

Y escuchar su voz tras haber leído, tanto leído, descargado, coordinado… y emocionarse.

 

Y ver ese puñado humano tan valioso, treinta, cien mil latidos atentos, parejas, amigos como perseidas, Pepi, Manolo, Antonio, Paco, Begoña…

 

Caras hermosas, sonrisa para objetivo, o concentradas, curiosas. Noche dichosa.


Y un relato de duelo y fiesta, entrelazado reto para la música, dichas arrebatadas o engaños, deslealtades a cuanto tanto cuesta, patrimonio, vidas sagradas, y celebración con una pizca de toque mágico para cambiar, y valorar..
.

   


Luz de inventivas y toponimia de flora en El Tomillar, vieja tierra vinícola, cerealista, olivarera y

salutíferos bosque y tomillo, Azuer por medio y poderosa, hermosa fauna cobijada de esta nocturna expresión coral, respetuosa: zorros, águilas, ardillas, conejos…

Y Careless Wisper broche de oro. Genial el saxo, más florido en la orquestación del gran teclado.

Gentiles músicos y poetas, público cómodo y agradecido al que agradecer, intercambiarse gracia cuando ahora sobra, en esta noche, talento, sencillez, excelencia...

Noche de luna y brisas que nos mecían acompañando al balanceo de las palabras, de los acordes, con los regalos impensables de una tarde purificada por chaparrones como caricias hasta el momento mismo, como quien hace sus abluciones para el sagrado. “Va cayendo la tarde y las estrellas, / tímidamente, como si alfileres / o lágrimas en celo, aparecen minúsculas” (Manuel Laespada). Y abrió la luna como una estampa que nos vigila, que nos quiere, que nos cobija. Así la décima “Noche Estival” que da su impulso a Raíz y Rama de la inventiva, los sentimientos, la seductora belleza de las palabras y de la música, sus ecos universales. Noche inmaculada de astros desparramados y luz de luna y tersura del firmamento. Con el deseo de ser felices y aportar concierto en los desconciertos, refugio en el abandono, luz de esperanza en cada desgarro, promesa de dicha y de eternidades.

Cena a los postres, ricas viandas entre sabrosa tertulia, cocina de todos por más colaboración en el regalo de ser enteros, veraces mujeres y hombres en la unidad de esfuerzos por el bien de cada uno y del conjunto, un personal granito a los paladares, asunto también de dioses.

La música sola, ella iba sola, la voz única de cada vate, cada juglar. Sola para seguir desde esta noche que fue perfecta, quizás sublime. Y cepillarse el pelo. Y sonreír colmados. Y querer más.

                       

Hubo quienes no pudieron venir porque residen lejos (una isla, Gijón, Perú, Cuba, Estados Unidos…: recité a David en el prodigio de un Cometa íntimo y muy querido) o les cogió de vacaciones u obligaciones. Seguro que también fueron felices. Y aquí ya saben cómo estuvimos, ya saben lo que de nuevo animó.

Y soplo mi brisa de Iris y a todos les digo GRACIAS por colaborar para su mérito con Raíz y Rama; ahora, en esta Noche Estival.

Y gracias a Teresa por las preciosas fotografías, su no parar a capturar lo inusitado, imágenes mágicas que van al margen… o en la sección central.


Fuimos estos los que hicimos noche tan bella, y veinte o cien mil más con sus oídos, con su gusto, su gentileza, su buen criterio por la cultura que, sin duda, nos alivia la poquedad o nos engrandece, quien sabe.

                        


Aquí está todo y muchas más joyas, en este estuche con mil poetas y quienes los saben, los estudian, los reconocen; bellas, coloridas pinturas de un autor que perfecciona al límite, que es inquieto aunque sereno, un creador vital; una crónica muy afectiva y minuciosa, sus momentos gráficos de incansables o fatigados pasos por brindar el temblor de jugos efervescentes contenidos en este vaso, Raíz y Rama; paz y conocimiento y sentimiento ahora desde Ucrania a Ciudad Real. 

No se lo pierdan. Regalen Raíz y Rama cuando amen bien -un pleonasmo- o, al menos, en Navidad.  






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