EL VINO AL QUE CANTAMOS
Isabel Villalta. 7 de noviembre 2021
El viñedo no es solo una fuente de riqueza de las regiones agrícolas con suelos aptos para la producción óptima de este cultivo, su reserva y explotación agrícolas para el bienestar y desarrollo de los pueblos y las familias que los habitan. La viticultura es además un sostén de los ecosistemas de la tierra. En la región de Castilla-La Mancha, las extensas áreas que ocupa, principalmente en las provincias de Ciudad Real, Cuenca y Albacete, y excepcionalmente en la primera, catalogada como el mayor viñedo de España y uno de los primeros de la Unión Europea, viñedos alternativos con los cultivos de cereal y de olivo mayoritariamente, entre los que se encuentran importantes parques naturales como los de Cabañeros, Lagunas de Ruidera o Tablas de Daimiel, caracterizados por su gran riqueza hídrica y de flora y fauna, hacen que nos encontremos en un espacio rico en biodiversidad que aporta equilibrio a la tierra.
Situándonos en la democracia actual de nuestro país y en el creciente interés por la preocupación de la España vaciada, los diferentes gobiernos de esta etapa sociopolítica, de ya más de cuarenta años de vigencia, no se han percatado totalmente de esto o, si lo han hecho, apuestan más por otros intereses de desarrollo o promoción presupuestaria. Lo han hecho, en cambio, por el enorme desarrollo y buen funcionamiento de las comunicaciones terrestres a través de la red de carreteras y autovías, dotando la geografía entera del país y los cinturones de ensanche de las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Bilbao, las capitales tradicionales de mayor número de habitantes por excelencia de España, de todas las facilidades de circulación y desplazamiento en cada acceso y desviaciones a las diferentes rutas de la red. Un tráfico caracterizado en esas populosas ciudades por aglomeraciones de usuarios y miles o millones de vecinos residentes o de viajeros que se desplazan a ellas para ejercer su jornada laboral. En el caso por antonomasia de la capital de España se presenta, además, toda esta bien dotada infraestructura viaria en sus inmediaciones, especialmente la zona sur que, exceptuando el área de Aranjuez y la vega del Tajo, fértil apéndice geográfico que bien se lo supo apropiar la Comunidad de Madrid, una orografía accidentada de tierra árida que no aporta apenas beneficios agrícolas a la capital, o, igualmente, lo hace el sector periférico norte, generalmente boscoso en mitad, en su caso, especialmente de una orografía de sierra, aunque con su indiscutible valor medioambiental. Pero con esta realidad en el panorama de todo el país se presenta un grave desequilibrio.
En desventaja de todo ese excelente sistema de comunicaciones, no se ha puesto el suficiente interés en el buen acondicionamiento de los caminos rurales, esos que enlazan las poblaciones medianas y pequeñas o, a veces, las carreteras vecinales y comarcales con las explotaciones agrícolas. El viñedo, nuestro cultivo estrella en la Mancha y concretamente en la provincia de Ciudad Real, y los profesionales de la agricultura, han de sufrir la carencia de buenas vías de comunicación entre su lugar de residencia y el destino de sus haciendas o lugares de trabajo agrario. Se presenta así, en el panorama geográfico general, una desproporción que afecta al equitativo desarrollo e igualdad de condiciones sociales, profesionales, laborales y económicas. Debería ser, por tanto, esta evidencia una apuesta firme de los gobiernos central, autonómico, provincial y local y subsanar el perjuicio de esta parte productora.
La vid y su producto el vino, la riqueza agrícola por excelencia de nuestra provincia de Ciudad Real en la mayoría de sus comarcas, han de ser considerados por las administraciones de la Diputación y los ayuntamientos, así como por las familias de los municipios medianos y pequeños, donde la calidad de vida frente a la de las grandes ciudades es indiscutiblemente mejor, como una apuesta irreversible de los destinos de presupuestos y las firmes inversiones.
Esta reclamación y el interés de los administradores de los diferentes gobiernos, sus políticas de desarrollo rural y sus funcionarios especialistas han de estar presentes, junto a muchos objetivos más a favor de una agricultura que no pierda lo conquistado, en los despachos gubernamentales de nuestra región, como lo ha de ser en la de cualquier otra de nuestro país.
El bucolismo renacentista aguarda a los poetas con conocimiento de causa, aguarda a los trabajadores aguerridos, expertos y enamorados de la tierra y su provecho. Lo hace descorchando una botella y brindando con amigos de siempre o nuevos que vengan a conocernos con un buen vino de nuestra rica tierra vinatera.
Para ello, para todo, fueron palabras al vino, versos de poetas el domingo 7 de noviembre los que se elevaron en el Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas, con motivo de la Feria Europea del Enoturismo que secunda esta ciudad, a través de la publicación Palabras de vino de la editorial C&G, que sonaron ese domingo en boca de trece poetas, conscientes de la riqueza del vino y del valor medioambiental del cultivo de la vid, de la fragancia y sabor de este producto señero de nuestra agricultura y nuestra economía. De la gloria inagotable del vino.
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