27 de diciembre de 2015, cuatro y media de la tarde.
Tiempo cálido y con sol y gasas en el cielo.Con Antonio, un paseo
largo por el campo entre Manzanares y Membrilla,
charlando, tranquilos. Hay sequía, hace dos meses que no llueve,
los campos están entre pardos y verdes apagados.
Me he tumbado a la orilla del Azuer, sobre la yerba seca
suave de la humedad del cauce. Sonaba leve un lento chorro de agua.
Arrullador también no lejano un motor regando una siembra cercana.
Llegaban los aromas de frescura.
Un ave sobrevuela, planea sobre el cauce.
Los sentidos perciben casi como un día de mayo.
Pero es diciembre, a solo cuatro días de terminar el año.
Mirando cara al cielo y el entorno, he recuperado a mi padre,
momentos de trabajo en la amplitud del campo,
la libertad sensible y limpia de la naturaleza.
Sin tiempo, la tarde de diciembre insólita en nuestra tierra dura.
Es tiempo de Navidad, de olvidos y recuerdos
y he experimentado paz y dulces sensaciones,
renaceres de vida al cobijo del mundo.
Fotografía: Marina González
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