PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE ISABEL VILLALTA:
EL DOLOR DE LA MÚSICA.
Hemos visto cómo, de forma brillante, Resti nos ha entresacado de los poemas todas las vivencias que encierran. Yo, os voy a comentar, especialmente, la segunda y tercera parte. El contenido de los poemas coincide más con aquellos años en los que estuve en la política municipal.
Desde mi punto de vista, EL DOLOR DE LA MÚSICA consigue dos objetivos: por un lado, deleitarnos con un verso asequible a todos, pero rico en matices literarios y recuerdos de la infancia. Isabel hace estos recuerdos tan gratos que siente uno la tentación de pensar como Jorge Manrique, cualquiera tiempo pasado fue mejor. Si no lo decimos es porque, por otro lado, nos va recordando que había una dictadura que envolvía todas nuestras vivencias y que la democracia no es tan limpia como habíamos imaginado. Isabel, con estos dardos críticos, se suma a los poetas que han alzado su voz para poner la estética de la palabra al servicio de la protesta, de la denuncia. Quizás por eso, el nombre: EL DOLOR DE LA MÚSICA.
Dice Isabel: Escribir es hacer un concierto, quizás de plenitudes o, tal vez, de derrotas; sí, de profundo sentir en la evolución de la vida y la historia. Y esto es exactamente EL DOLOR DE LA MÚSICA: un precioso poemario lleno de plenitudes y derrotas. Plenitudes, porque nos lleva a la infancia. Decía Rainer Maria Rilke, que la infancia es la verdadera patria del ser humano. Derrotas, porque todas aquellas ilusiones, esperanzas de cambio, deseos de cimentar con firmeza el suelo patrio, se las ha llevado el viento egoísta de tantos gobernantes.
EL DOLOR DE LA MÚSICA.
Hemos visto cómo, de forma brillante, Resti nos ha entresacado de los poemas todas las vivencias que encierran. Yo, os voy a comentar, especialmente, la segunda y tercera parte. El contenido de los poemas coincide más con aquellos años en los que estuve en la política municipal.
Desde mi punto de vista, EL DOLOR DE LA MÚSICA consigue dos objetivos: por un lado, deleitarnos con un verso asequible a todos, pero rico en matices literarios y recuerdos de la infancia. Isabel hace estos recuerdos tan gratos que siente uno la tentación de pensar como Jorge Manrique, cualquiera tiempo pasado fue mejor. Si no lo decimos es porque, por otro lado, nos va recordando que había una dictadura que envolvía todas nuestras vivencias y que la democracia no es tan limpia como habíamos imaginado. Isabel, con estos dardos críticos, se suma a los poetas que han alzado su voz para poner la estética de la palabra al servicio de la protesta, de la denuncia. Quizás por eso, el nombre: EL DOLOR DE LA MÚSICA.
Dice Isabel: Escribir es hacer un concierto, quizás de plenitudes o, tal vez, de derrotas; sí, de profundo sentir en la evolución de la vida y la historia. Y esto es exactamente EL DOLOR DE LA MÚSICA: un precioso poemario lleno de plenitudes y derrotas. Plenitudes, porque nos lleva a la infancia. Decía Rainer Maria Rilke, que la infancia es la verdadera patria del ser humano. Derrotas, porque todas aquellas ilusiones, esperanzas de cambio, deseos de cimentar con firmeza el suelo patrio, se las ha llevado el viento egoísta de tantos gobernantes.
Destaco unas referencias: En el poema de la Segunda parte, Renacer, últimos años de la dictadura, nos dice:
Y bailamos después en años inflamados
Y bailamos después en años inflamados
con músicas eclécticas
encima del olvido.
encima del olvido.
Termina diciendo:
Aquí por nuestras calles
de cándidos vencidos todas las ilusiones.
Fijaos qué expresiones: encima del olvido, cándidos vencidos.
Darían para dos conferencias.
En el poema REBELDÍAS, leemos:
Mas no era todo bálsamos y dichas;
...
había rebeldías
a escalas de rosas de los vientos
de la preponderancia
del pueblo y sus derechos
antiguos y sagrados.
Claro, Isabel recuerda que el cambio no resultó fácil. Incluso ya en libertad, precisamente en su poema Libertad, nos recuerda:
había libertades,
fronteras que corrían y escalaban
y exponentes burlescos
de una vara de mando todavía violenta,
Aquellas músicas nuevas costaron dolor. A veces, la inercia de la historia se resistía a sus ritmos nuevos. Lo expresa así Isabel casi al final de Libertad:
Las músicas felices son ahora
compuestas sin dolores y sin dogmas
para vencer un rayo que aún quisiera.
En un momento de esperanza, Isabel quiere expresar su optimismo en el poema Contrastes:
Y crecimos, y crecimos confiados
hasta alcanzar enteros
las cumbres de los dioses,
auditorios de luz y de igualdades.
Y soñamos...
En Papeles sin el vuelo, primer poema de la tercera parte, vuelve a la postura testimonial, incluso de denuncia. Comienza el poema dándonos un toque al recuerdo, al engaño al que estábamos, estamos, sometidos:
Y cuando ya creíamos excelsas las Escuelas,
las Bandas que tocaban,
todas las Candilejas;
Más adelante, casi al final, concreta:
Vacíos pentagramas,
tristeza los conciertos
con sillas imputadas –presuntas de rubores-
que nublan lo celeste
de sentencias en gris
tirando a muy oscuro.
Y deja al lector con un cierto desconsuelo por descubrir a tanto farsante que nos ha hechizado con la música para cambiarnos las letras. De todo esto fui testigo, fuimos testigos los que ahora peinamos canas, que ya ni canas peinamos. En 1983, quizás era un ciudadano muy exigente, sentí que me engañaban y dimití. Llegué a la misma conclusión que Alphonse Karr, escritor francés: cuanto más cambie esto, es más de lo mismo, publicado en enero de 1849 en la revista Les Guêpes (“Las Avispas”). Más o menos, lo mismo escribió Giuseppe Tomasi en su novela “El Gatopardo”, entre 1954 y 57. Como veis, nada hay nuevo bajo el Sol.
Pero Isabel no es una persona que disfrute con la crítica, aunque la haga, porque es valiente y comprometida; es, sobre todo, poeta y amante de lo bello. Por eso acaba la tercera parte con dos poemas en los que recurre a la música para que nos redima de tanta traición. Y nos regala un Epílogo dulcísimo, compuesto de tres poemas sublimes que nos salvan del dolor. Permitidme que os lea el primero. (Poema: El alma se serena, pág. 56)
Resumo y termino. EL DOLOR DE LA MÚSICA no es un libro triunfalista, sino humilde; no es un libro simplista, sino complejo, completo de recuerdos, que se van desgranando al ritmo de la música de los días, de los estados de ánimo de niños, niñas, adolescentes y adultos, que van creciendo; y de las losas que pesaban sobre su futuro; losas que, aún hoy, no conseguimos quitarnos.
Este libro de poemas tiene una cierta magia: cada lector verá su pueblo reflejado, porque es un libro que habla de España.
Cosme Jiménez Villahermosa, 20-12-2017.
Y crecimos, y crecimos confiados
hasta alcanzar enteros
las cumbres de los dioses,
auditorios de luz y de igualdades.
Y soñamos...
En Papeles sin el vuelo, primer poema de la tercera parte, vuelve a la postura testimonial, incluso de denuncia. Comienza el poema dándonos un toque al recuerdo, al engaño al que estábamos, estamos, sometidos:
Y cuando ya creíamos excelsas las Escuelas,
las Bandas que tocaban,
todas las Candilejas;
Más adelante, casi al final, concreta:
Vacíos pentagramas,
tristeza los conciertos
con sillas imputadas –presuntas de rubores-
que nublan lo celeste
de sentencias en gris
tirando a muy oscuro.
Y deja al lector con un cierto desconsuelo por descubrir a tanto farsante que nos ha hechizado con la música para cambiarnos las letras. De todo esto fui testigo, fuimos testigos los que ahora peinamos canas, que ya ni canas peinamos. En 1983, quizás era un ciudadano muy exigente, sentí que me engañaban y dimití. Llegué a la misma conclusión que Alphonse Karr, escritor francés: cuanto más cambie esto, es más de lo mismo, publicado en enero de 1849 en la revista Les Guêpes (“Las Avispas”). Más o menos, lo mismo escribió Giuseppe Tomasi en su novela “El Gatopardo”, entre 1954 y 57. Como veis, nada hay nuevo bajo el Sol.
Pero Isabel no es una persona que disfrute con la crítica, aunque la haga, porque es valiente y comprometida; es, sobre todo, poeta y amante de lo bello. Por eso acaba la tercera parte con dos poemas en los que recurre a la música para que nos redima de tanta traición. Y nos regala un Epílogo dulcísimo, compuesto de tres poemas sublimes que nos salvan del dolor. Permitidme que os lea el primero. (Poema: El alma se serena, pág. 56)
Resumo y termino. EL DOLOR DE LA MÚSICA no es un libro triunfalista, sino humilde; no es un libro simplista, sino complejo, completo de recuerdos, que se van desgranando al ritmo de la música de los días, de los estados de ánimo de niños, niñas, adolescentes y adultos, que van creciendo; y de las losas que pesaban sobre su futuro; losas que, aún hoy, no conseguimos quitarnos.
Este libro de poemas tiene una cierta magia: cada lector verá su pueblo reflejado, porque es un libro que habla de España.
Cosme Jiménez Villahermosa, 20-12-2017.
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